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martes, 2 de octubre de 2018

A 50 años del 68: ¿por qué no debemos borrar a Díaz Ordaz?






El 2 de a Octubre de 1968 fue un día soleado, según Jacobo Zabludovsky; para otros como Echeverría o Díaz Ordaz fue un mal día, pero para otros más fue la noche de la desesperación, del luto, de la muerte.

Decía el filósofo Jorge Santayana que "el pueblo que no conoce su Historia está condenado a repetirla" y es precisamente por eso que no debemos borrar a Díaz Ordaz de los lugares visibles.


El pueblo mexicano tiene la mala costumbre de no recordar sus propios hechos y las nuevas generaciones se interesan cada vez menos por el pasado. Unos no gritan pero lo vivieron, otros más no lo vivieron pero lo estudian, lo analizan; sin embargo, hay una buena cantidad de gente que grita "2 de octubre no se olvida", sale, marcha, hace pintas, pero en términos reales lo hace por borrego, lo imita, pero no tiene la conciencia sobre el poder de esta consigna.

El 2 de octubre se está borrando de la memoria de los mexicanos y muchos no hacen ni el más mínimo esfuerzo por conocerlo, no para repetirlo, mucho menos para celebrarlo, sino para saber el valor de la vida y lo que implica tener un pensamiento libre no alienado.


Desde el fin de semana se comenzó con el retiro de las placas del STC Metro con el nombre de Gustavo Díaz Ordaz inscrito en fierro. Se hace, según, porque es "incomodo", por decir lo menos, para las víctimas y deudos de los muertos y desaparecidos, pero si analizamos el hecho más a fondo, podemos concluir que esta medida puede ser el borrador silencioso de lo que puede llegar a ser el poder en manos de un cínico asesino como lo fue Díaz Ordaz.


Lo anterior no son palabras de enojo, pues el mismo mismo Presidente lo declaró el 1 de septiembre de 1969, día de su último informe presidencial, ante el Congreso de la Unión y en cada entrevista que le hacían decía sentirse orgulloso del año de 1968 porque le permitió salvar al país.


En fin, estimado lector, ante la constante amnesia de un pueblo que dormita, que a veces está despierto, pero que también a veces duerme, no queda más que mantener vivo y en lugar público el nombre de los grandes personajes de la ignominia y la desolación de lo peor del género humano, no para elogiarlos, mucho menos para reconocerlos u homenajearlos, sino para no olvidar el por qué de esta arenga: ¡2 de octubre, no se olvida!









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