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Desde que se fundó el PRI (como PNR) en 1929 siempre se había tenido un Presidente fiel a los principios del Partido, pero no necesariamente a las necesidades nacionales y llegaron a absurdos tan grandes como la Candidatura ÚNICA de José López Portillo en 1976.
Así se hizo de poder lo económico sobre lo político
Luego, con Miguel de la Madrid en 1982 comienza la transición de los políticos a los tecnócratas y con Carlos Salinas en 1988 el Presidente se convirtió más bien en un gerente, manejó al país como una empresa y a los ciudadanos nos vió como si fuéramos trabajadores y no sujetos de derechos.
En el 2000 llegó la primera alternancia de Partido con el PAN y cuando pensamos que las cosas cambiarían, Vicente Fox desperdició su sexenio consolidando ese poder económico que venía integrado con la tecnocracia.
El poder que respaldó Fox es el de los empresarios (pues él es uno de ellos), quienes fueron todavía más fortalecidos con Felipe Calderón y se consolidaron como los dueños del país con Enrique Peña Nieto, primero en el Estado de México y luego en todo el país.
El poder de los empresarios
FEMSA Coca-Cola, Grupo BAL, Bimbo, Televisa, Grupo Salinas, Grupo Carso, entre otras, se volvieron inmensamente ricas como resultado de dos cosas: las constantes asignaciones de obra pública y la rampante corrupción que les permitió saltarse pasos, leyes y derechos para poder crecer descomunalmente.
La gran herramienta del control político y económico se centraba fuertemente en el abstencionismo electoral, en esas personas que pensaban que votar no era importante y por eso no acudían a ejercer ese derecho ciudadano que nos concede la Constitución, el de elegir a nuestros gobernantes, lo que se acabó el 1 de julio de 2018, cuando un abrumador 53% de los votos con una participación ciudadana superior al 60% fueron depositados en el proyecto de Andrés Manuel López Obrador.
El cambio
AMLO se comenzó a enfrentar a dos fuerzas bastante nutridas: el poder político que venía con una retorcida tradición y el poder económico que estaba acostumbrado a hacer lo que quería y a acomodar al Ejecutivo Federal como si de un florero se tratara (no en balde estas palabras del Presidente Electo: "no soy florero").
Es precisamente aquí donde entra el instrumento de la Consulta ciudadana que, pese a carecer de fundamento legal, reflejó buena parte de la voluntad ciudadana al optar por la cancelación del proyecto del Aeropuerto que se construía en Texcoco.
Cabe mencionar que quienes despreciaron la consulta también tuvieron su oportunidad de decirle al Presidente Electo que estaban a favor de Texcoco, sin embargo decidieron simplemente no votar y quejarse, algo que de todos es sabido que no funciona, pues si te están preguntando a través de un canal como fue la Consulta, se tenía la clara posibilidad de participar y hacer llegar su decisión. Así de simple.
Con los constantes ataques a través de medios de comunicación, con las inevitables visitas de empresarios a la llamada Casa de Transición con peticiones de diferentes tipos y tamaños, con el asedio interminable de un sector de las redes sociales (los medios de comunicación alternativos), Andrés Manuel tenía que mandar un mensaje fuerte, claro e incuestionables, lo que vino haciendo con diferentes declaraciones, pero lo concretó con la Consulta para definir el futuro del tan necesario Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para así resolver el problema de la saturación de pasajeros en dicha terminal aérea.
El mensaje detrás de la Consulta
Más allá de la Consulta el hecho de realizarla es enviar el mensaje de que las cosas ya no se van a hacer como hasta ahora ¿Y cómo se hacen ahora? En lo "oscurito", entre cuates de la clase política gobernante y perdonando todas las faltas (delitos, sobre todo de corrupción) demostradas y las incompetencias cometidas en otros países del mundo y proyectos.
Se requiere un cambio que ya se está dando y no confundamos el tomar las riendas del país, pues el Presidente no es un florero como lo es el de ahora, con el hecho de ser autoritario, pues el hecho de tomar una postura sobre un tema sin que "los de siempre" te muevan no te convierte en autoritario, sino en una persona con convicción y así es Andrés Manuel López Obrador.
Aunque Diego Valadés en la entrevista que le hizo la revista Proceso diga que el poder detrás del Presidente Electo está fragmentado y que no hay proyecto, lo cierto es que se han dado fuertes intervenciones en el Congreso de la Unión sobre este tema, Javier Jiménez Espriú ha estado muy involucrado y Alfonso Romo ha hecho lo propio para mediar entre los empresarios para que no se espanten.
Dicho de otro modo, tanto López Obrador como su equipo han hecho lo correspondiente para defender una postura que podría ser mala o buena (no lo sabremos hasta que se implemente), pero es la única que ha dado razones de peso y tiene un argumento claro.
El autoboicot
Por otro lado el proyecto de Texcoco no contó con información necesaria de primera mano y había que estar indagando en los documentos técnicos, uno se tenía que chutar las entrevistas a los simpatizantes del proyecto peñista para tratar de interpretar los argumentos que lo sostenían y ya en un extremo se tenía que investigar por cuenta propia los pros y contras del proyecto; sin embargo, el camino fue otro y decidieron hacer de todo menos informar y elegir un proyecto atractivo que realmente beneficiara a los ciudadanos.
En pocas palabras, si en lugar de haber atacado una y otra vez a AMLO y al proyecto del NAIM en Santa Lucía se hubieran ocupado de difundir las ventajas del proyecto y no hubiera elegido el llamado "proyecto nuevo Santa Fe", talvez las cosas hubieran sido distintas y hoy estaríamos hablando de cómo limpiar el proceso de Texcoco y no de un cambio de proyecto.
Los políticos opositores, empresarios, informadores y público simpatizante boicotearon su propio proyecto y hoy el 'veintiúnico' argumento para exigir que no se cancele Texcoco es que ya se ha gastado mucho dinero, que existen contratos comprometidos y que costará miles de millones de pesos su cancelación.
En palabras lizas y llanas, el actual proyecto no se debería cancelar tan solo por dinero, recurso que solo se tendrá que pagar una vez, a diferencia del mantenimiento por los constantes e impredecibles hundimientos de la zona que se tendría que costear permanentemente y con cantidades de dinero cada vez más elevadas, pues dichas afectaciones con el tiempo serían cada vez más graves.
Y usted, estimado lector... ¿qué opina al respecto? se despide su servidor y amigo.
Los políticos opositores, empresarios, informadores y público simpatizante boicotearon su propio proyecto y hoy el 'veintiúnico' argumento para exigir que no se cancele Texcoco es que ya se ha gastado mucho dinero, que existen contratos comprometidos y que costará miles de millones de pesos su cancelación.
En palabras lizas y llanas, el actual proyecto no se debería cancelar tan solo por dinero, recurso que solo se tendrá que pagar una vez, a diferencia del mantenimiento por los constantes e impredecibles hundimientos de la zona que se tendría que costear permanentemente y con cantidades de dinero cada vez más elevadas, pues dichas afectaciones con el tiempo serían cada vez más graves.
Y usted, estimado lector... ¿qué opina al respecto? se despide su servidor y amigo.
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